¿Os imagináis vivir sin volver a derramar una sola lágrima por aquellos que padecen una enfermedad?
Yo sí; de hecho, sueño con ello, y mientras los sueños sigan existiendo en algún lado, nunca se perderá la pequeña probabilidad de que se hagan posibles. Al igual que yo, Marta también ansía lograr un mundo en el que lloremos de felicidad y suframos de salud. Qué irónico resulta que, siendo tan joven, esté hablándoos yo de salud, cuando la mayoría de la gente de mi edad nunca se ha parado a pensar en esta palabra, pero hoy quiero que conozcáis mi historia y que con suerte la guardéis en vuestros corazones para sentirnos siempre con fuerza y luchar por aquellas personas que están ahora mismo pasando por una enfermedad.
No olvidéis que las mejores historias no siempre acaban bien, y los mejores finales no tienen por qué terminar. Las mejores historias son las que pisan más fuerte y más tiempo cada momento que se nos presenta, por muy oscuro que sea el camino.
Marta tal vez os pueda enseñar a vivir enfermos de alegría aun sintiendo malestar por dentro. Tras esta historia, veréis el mundo con los mismos ojos con los que lo veo yo ahora y quizá tal vez sintáis que la vida merece pocas veces ser caminada a pasos gigantescos y muchas otras a pasos muy diminutos.
Marta os mostrará cómo vivir la vida viviendo, y dejar de vivir por vivir, disfrutando del camino, sin buscar un lugar, porque no hay mejor destino que los pasos que podamos dar.
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